La educación emocional empieza en casa

La falta de gestión emocional de los hijos es una de las demandas que más escuchamos en nuestro servicio infanto-juvenil. Niños y adolescentes que no toleran la frustración, que no controlan la rabia o que manifiestan muchos miedos e inseguridades.

En muchas ocasiones, nuestros pacientes más jóvenes son incapaces de identificar y exponer cómo se sienten y esto es un claro indicativo de falta de inteligencia emocional.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a desarrollar su inteligencia emocional?.

A continuación proponemos una serie de pautas que pueden ser muy útiles con los más pequeños:

  • Poner nombre a nuestras emociones: los niños aprenden de lo que ven y experimentan, por ello, los adultos debemos ser un ejemplo para ellos. El primer paso, entonces, es que observen a los adultos identificando y hablando de sus emociones: “Papá está contento porque hemos pasado un buen día en familia”, “Mamá está frustrada porque se ha averiado el coche y ha llegado tarde”.                                                                           
  • No hay emociones buenas o malas: todas las emociones tienen su función y nos ayudan a adaptarnos a nuestro entorno, incluso las que generan malestar. El objetivo de la educación emocional no es evitar emociones como la rabia, sinó aprender a gestionarlas.                                
  • Crear un espacio seguro en el que expresarse: debemos procurar generar un entorno en el que los menores puedan expresar lo que sienten sin ser juzgados. Para ello, es necesario que los padres tomen la iniciativa a la hora de hablar de las emociones y se sitúen en una posición de escucha activa y respetuosa: “¿Cómo ha ido el día?”, “¿Qué sentiste en ese momento?”                                                                                            
  • Validar la emociones: cuando alguien nos expresa una emoción es importante que le demos valor ya que, si la ha expresado, es porque para esa persona es importante. En este caso debemos evitar frases como: “No te preocupes, es una tontería”, “No le des tantas vueltas”.                 
  • Desarrollar empatía: la inteligencia emocional también implica identificar las emociones de los demás. Es importante que los adultos actuemos de modelo y les mostremos cómo nosotros identificamos las emociones en los demás. “He visto a Marina un poco apagada, tal vez está triste por algo”, “Creo que ahora no es buen momento para hablar con Álex, parece cansado”, “Te veo agitada, ¿ha pasado algo?”.                                      
  • Lidiar con la frustración: es una de las emociones más experimentadas por los niños y es importante trabajar su tolerancia. Esta emoción surge cuando las cosas no salen como esperábamos y está muy relacionada con la rigidez de pensamiento. Por ello, debemos mostrar a los niños que a veces las cosas no salen como queremos o nos equivocamos, que es muy molesto, pero que hay más opciones y oportunidades. “Lo siento, hoy no podemos comprar este juguete, pero lo puedes pedir para Navidad”, “Si llueve y no podemos ir a la playa, ¿qué podemos hacer en casa que nos divierta igual?”.

Una mala gestión de las emociones puede acarrear muchas dificultades a nivel conductual y emocional, pero nunca es tarde para empezar a trabajar la inteligencia emocional de nuestros hijos. Por ello, os invitamos a probar estos tips en casa y, si lo consideráis necesario, buscar asesoramiento en nuestro centro.

Carmen Valenzuela Gálvez

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