La dificultad de la primera visita

El primer paso es el más difícil…mandas un WhatsApp, una solicitud a una plataforma donde están psicolog@s que son profesionales de “lo que se supone que te pasa o dicen que te pasa” o llamas por teléfono a una persona que no conoces de nada para pedirle que te ayude pues hay algo que en tu vida no va bien e incluso, en el peor de los casos, a veces ni tú mismo no crees que no vaya bien pero tus padres, tu novio/a o cualquier amistad están tan pesados con el tema que decides llamar a uno cualquiera para que simplemente te dejen en paz.


Así es como la mayoría de vosotros acudís a nosotros sin saber que os vais a encontrar, y tal cual venís a la primera visita sin saber ni por dónde empezar y mucho menos que sí y que no explicarnos. Con la cabeza desordenada, los nervios a flor de piel y con un sentimiento ambivalente entre miedo e ilusión de que alguien te va a escuchar y que aprenderás a dirigir el rumbo de tu vida y a la par te harás dueño de los síntomas que hasta el momento se han apoderado de ti.


Entre tú y yo, sé que esto a veces da pavor y reconozco que sois muy valientes cuando os sentáis en las sillas de nuestros despachos y nos regaláis vuestras vidas a fin de encontrar las maneras de poner fin a las situaciones que os hacen sufrir. A veces son discusiones de pareja, otros duelos de perdida de gente querida, otros cuadros ansiosos o depresivos debidos entre otras cosas al mundo tan frenético en que vivimos, infidelidades, celotipias, fobias casos de homofobia interiorizada, víctimas de bullying o mobbing, e incluso algun@s valientes se atreve a contar su historia con su narcisista para cerrar el ciclo inconcluso y así poder ser libre
Sólo por eso valientes os merecéis que desde que entréis por la puerta os facilitemos todo nuestro conocimiento para poderos ayudar. Cuando empezáis con un “no se qué decir”, yo suelo responderos “con un estate tranquilo que yo si se preguntar”.


Con este escrito quiero desmitificar la frase de que ir al psicólogo es de débiles porque para mí, es todo lo opuesto. A terapia acude gente responsable y con gran fortaleza. Gente curiosa de su vida y que quieren mejorar su introspección, que no se conforma con tapar los síntomas con fármacos, sino que quiere ir a la base real de los problemas hacerles frente y cambiar su forma de afrontar las situaciones para poder avanzar y ser más conscientes de quienes son, que quieren y que no y hacia dónde quieren ir.


Dicho esto, os animo a los que estéis dudando a que deis el paso, a que cuidéis y entendáis a vuestro cerebro. SI entendemos que “el cerebro de una persona sana consume en un día la misma energía que las piernas de esa persona corriendo una maratón”, podemos intuir que el cerebro va intentar economizar el gasto de energía lo máximo para tener un funcionamiento raudo. Este es el principal motivo por el que nos sentimos mal, el cerebro tiende a repetir acciones que fueron eficaces en el pasado y funcionaron, pero es muy posible que en la actualidad estén ya obsoletas y en vez de beneficios nos provoque malestar.


Y tu ¿te animas a desprenderte de todo lo que te quedo obsoleto y que te hace sufrir y empezar a reaprender?

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